Cuando pensamos en exilio, a nuestra mente solo viene una sensación de tristeza, soledad y ausencia. Sin embargo, no es el caso de todos los venezolanos que viven en Bogotá, aunque a veces lo pareciera.
Para Elías, un venezolano de 27 años que según sus paisanos tiene acento colombiano pero que según los colombianos tiene acento rolo, la migración llegó cuando tenía apenas 14 años, en el 2010. Después de ser los primeros en su familia en migrar (aunque nos cuenta que hoy en día todos están fuera de Venezuela), llegó a Bogotá no solo sin saber que se graduaría del colegio en Colombia, sino que también estudiaría medicina, haría su especialización y tendría un hijo llamado Emiliano con una mujer colombiana, todo en esta misma tierra.
Después de unas vacaciones en diciembre, que realmente fueron de “reconocimiento” del país; Elías y sus hermanos, los únicos niños venezolanos en un colegio colombiano, experimentaron de primera mano las diferencias de las naciones “hermanas” con la comida, las palabras y expresiones confusas como “el chino ese”. También nos cuenta que en temas de educación fue difícil, ya que reconoce que en Venezuela los temas que alcanzó a ver en sus años de estudio no eran tan avanzados como los que empezó a aprender cuando llegó, por lo que tuvo que esforzarse el doble para poder sacar buenas calificaciones y sacar adelante sus sueños.
Por otro lado, la historia de sus padres reconoce que fue mucho más difícil, al tener que buscar la forma de mantener una familia completa en un país en el que no tenían ni familia ni personas de confianza, sobre todo para su mamá que siendo médico en Venezuela, tuvo muchos problemas para ejercer su profesión de manera formal, enfrentándose a situaciones conflictivas por eso.
Hoy la mitad de su vida transcurrió en Valencia y la otra mitad en Bogotá. Los recuerdos de su familia, sus amigos y las vivencias en su hogar, es lo que recuerda con un deje de nostalgia en su voz y su mirada, pero también ha construido vida alrededor de Bogotá.
Entre las tradiciones que disfruta, nos cuenta que comparte unas navidades colombo-venezolanas, ya que le gustan mucho las novenas, pero las acompaña con una cena navideña típica venezolana mientras suenan las gaitas (muy importantes para su papá que es de Maracaibo) junto con la familia de su esposa, en la que todos son colombianos.
Él decidió seguir el mismo camino que su mamá al estudiar medicina, igual que uno de sus hermanos, mientras que su hermano menor se volvió ingeniero, al igual que su papá, nos cuenta con una sonrisa en el rostro.
Reflexiona sobre el privilegio que finalmente tuvo su familia frente a los casos de los migrantes venezolanos que han llegado con grandes necesidades y han tenido que enfrentarse a trabajos precarios. Hace la comparación entre una migración que para él fue complicada con las experiencia de personas que realmente no llegan con ningún apoyo ni sustento y además se enfrentan a los comentarios xenófobos, que él no vivió.
Emiliano, su hijo de 2 años, ha experimentado su lado venezolano solo a través de su familia paterna y las costumbres que mantiene su papá, ya que no hay planes de visitar Venezuela en el momento, mientras que Colombia es el lugar de los proyectos y sueños de Elías.
Su hogar, compuesto por su familia y amigos ya no existe, porque ellos tampoco están allá, lo que ha cambiado su idea de “hogar”.
En una lluviosa tarde de Bogotá nos deja un mensaje sobre sus reflexiones alrededor de la migración y sus experiencias: “Nunca es fácil abandonar tu hogar, sea por las razones que sean—económicas, por oportunidades o políticas—pero hay que tener una mentalidad abierta, echar pa’ adelante… Durante un tiempo uno siempre está como extraño esto, extraño lo otro…pero tener la mente abierta y adaptarse es parte de nosotros los venezolanos. Los venezolanos nos caracterizamos por echar pa’ adelante y dar una buena imagen al resto del mundo desde Chile, Argentina, España, Estados Unidos…estamos regados en todo el mundo. Hay que tener mucha perseverancia y echar pa’ adelante, deseando que algún día las familias vuelvan a reunirse.”
Luego de darnos este mensaje, nos despedimos, no sin antes enseñarnos las fotos de su bebé Emiliano y su esposa, que estuvieron algunas semanas en Bucaramanga, ya que ella también es médico y se quedó allá trabajando, mientras Elías termina su especialización en medicina interna.
Nos alegra mucho ver cómo Elías se enorgullece de su familia, de su proceso y de su entorno. Nos inspira su historia y esperamos que a ti también.
– Sophie Waszkiewicz