Frank Pérez

 

¿Cuántas veces hemos pedido un domicilio? Sea para pedir algo de comer porque no queremos cocinar, entregar un paquete o que nos traigan algo… por el simple hecho de facilitarnos la vida y no tener que desplazarnos, y más en una ciudad como Bogotá en la que el tráfico es completamente impredecible. ¿Pero cuántas de esas veces hemos realmente pensado en aquel domiciliario o domiciliaria que llega a dónde nosotros nos encontramos para entregarnos algo? El encuentro se limita, y a veces ni siquiera hay dicho encuentro, a hacer una contra entrega (dinero-domicilio), a dar las gracias y a despedirnos. Nosotros quisimos expandir ese encuentro y conocer un poco de la historia que hay detrás de una de estas personas, un miércoles en la tarde después de su última entrega, nos encontramos con Frank Pérez, un venezolano de San Cristóbal que trabaja en Rappi hace cuatro años.

Frank llegó hace cinco años a Bogotá, junto a su hijo Benjamín, y aunque para muchos, incluso para mí que soy “rola”, la ciudad puede ser caótica y poco acogedora, Frank no tuvo mayor problema en adaptarse a esta ciudad. Nos comentó que también vivió mucho tiempo en Caracas, que se le asemeja bastante, y cuando llegó aquí, más allá del frío, no tuvo mayor choque. Comenta que, a diferencia de la mamá de Benjamín, que tenía papeles colombianos, para él fue difícil conseguir trabajo los primeros meses. Nos contó que gastaba mucho dinero en los trámites para reunir los documentos, en el transporte, en las copias…pero que era necesario hacerlo pues esto es lo que le facilitaría tener su permiso de trabajo y por ende poder mantenerse. Por esto, Frank aprovechó que en San Cristóbal trabajó y aprendió un tiempo en la repostería de su tía, “Dulce y Dulce”, y durante seis meses Frank se dedicó a vender brownies afuera de las universidades: “Los fines de semana nos íbamos para el Simón Bolívar con el niño, y mientras él disfrutaba, hacía sus cosas, pues yo aprovechaba y vendía…y me fue relativamente bien.”

Una vez con el permiso obtenido, un amigo le comenta que puede ingresar a Rappi, y desde ese momento es lo que hace Frank desde cuatro años, pues no tuvo la necesidad de buscar algo más, ya que afortunadamente nos dice que le empezó a ir relativamente bien. A medida que Frank nos fue contando cómo funcionaba la lógica de Rappi desde su punto de vista como domiciliario, que pueden escuchar arriba de esta crónica, continúo mencionandonos cuáles son esos pasos en los que está trabajando para seguir superándose, aquí o en otro país. Y aunque no conocemos a sus hermanos, nos comentó que uno estaba en Chile, el otro en Ecuador, hoy ambos en Miami, cruzando la frontera por México, evidenciando esas ganas y determinación que no solo él, sino al parecer varios miembros de su familia, tienen por superarse y afrontar los retos que se les presentaron en su país de origen.

Después de contarnos que la localidad de Chapinero, principalmente por Cabrera, el Retiro… es la zona dónde prefiere entregar los pedidos, pues es en dónde él considera que el cliente suele ser más generoso con las propinas, quisimos que nos contara alguna historia que él recordara, pues nos imaginamos que en cuatro años como rappitendero, debía tener una que otra experiencia anecdótica. Después de algunos segundos en silencio, se rio respondiéndonos que en efecto tiene un montón, que por ejemplo varias veces lo han invitado a tomar en reuniones o fiestas cuando hace una entrega de alcohol, pero recuerda, con una sonrisa en la cara, particularmente una: “Una señora me invitó a almorzar una vez, le llevaba algo del Olímpica, un pollo, unos fideos, como para hacer una sopita…y la señora, una señora de edad, me dice “¿Ya almorzaste? ¿Quieres almorzar conmigo?” Entonces fue como “Sí claro”, y compartí con ella y fue muy chévere.”

La conversación con Frank no solo nos permitió contar un poco de su historia, ya sea para los que decidan escucharla completa, o leer esta crónica, sino que también es una oportunidad para agradecer a todos los domiciliarios, especialmente rappitenderos o rappitenderas, sea de dónde sean, y una invitación para recordar que cada vez que entremos a la app o veamos a uno en la calle, es una historia más que hay detrás:  “Hay hermandad entre rappitenderos, sean venezolanos o colombianos, normalmente nos llevamos bien.  Me he sentido más estigmatizado por Rappi que por venezolano como tal, por la gente en la calle. A la gente le molestas si te ven con la maleta, les molestas por el simple hecho de ser Rappi, y muchos por pelear por un semáforo o algo así… entonces asumen que todos los Rappis somos venezolanos y el insulto siempre va a ser algo xenófobo.”

Como siempre, sentarnos a escuchar la historia de cada una de estas personas que generosamente nos han ayudado para este proyecto, nos han enriquecido, y por eso, no pretendo escribir sobre todo lo que nos contó Frank. Espero que quienes lean esta crónica se sientan motivados por escuchar las historias completas que subimos y descubrir cosas que no menciono en esta crónica, pero que no las hacen menos importantes, como la crítica que hace Frank a los medios, la verdadera razón por la cual Frank decidió venir a Bogotá, o que incluso tiene un gusto particular por la changua y el caos bogotano… Nuestra invitación es que escuchen y compartan la historia de Frank, pues no hay nada como escuchar la historia de alguien directamente desde su voz y su sentir.

“En líneas generales me he sentido bien, me he sentido acogido, mi crítica va más con los medios, con las noticias, con los señalamientos directos al venezolano, cuando son cosas que pasan, o crímenes, o acciones que puede cometer cualquier persona, no por ser venezolana. Y pasa aquí, pasa en cualquier país y en cualquier parte del mundo.”

-Isabella Otero 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio