Simón Gamboa

 

Después de varios días con la intención, nos encontramos con Simón, un orgulloso colombo-venezolano del Táchira que lleva sus causas casi tatuadas en la piel. 

A pesar de tener padres migrantes, jamás pensó que encontraría su hogar en Colombia, del cual sólo había visitado Cúcuta pocas veces y que conocía solamente a través de las anécdotas de sus padres, quienes además nos comparte Simón que “aman a su país (refiriéndose a Venezuela) y desean morir en Venezuela”. De hecho, al migrar a Colombia no tenía la nacionalidad colombiana, pero gracias a sus ganas de comenzar a generar ingresos, consiguió trabajo apenas 3 días después de haber llegado a Bucaramanga, una ciudad que no conocía, en el oficio que le enseñó su papá en construcción: “Llegué con una sensación de querer recuperar 7 años de mi vida económicamente. Llegué con un sueño de estabilizarme”.

Antes de venir a Colombia, le interesó la política y la movilización social debido a que su familia se vio muy afectada por el tipo de negocio que tenían. Por eso comenzó desde muy joven en las causas ciudadanas y el movimiento estudiantil, defendiendo el voto en las elecciones de su región y llegando a ser Concejal en el Municipio Cárdenas. Pero debido a esto, fue el primero que migró de su familia debido a la persecución que vivió dentro de este complicado rol, como nos cuenta: 

“Viví en carne propia cómo los papás de mis compañeros presos estaban muriendo en vida, sin saber el paradero de sus hijos, sin tener un juicio justo… Yo todas las noches me imaginaba que si a mí me metían preso iban a hacer pasar a mi mamá por eso. Eso me quitó el sueño y decidí salir del país”.

Sin decirle a nadie, así llegó a Bucaramanga con una familia lejana, considerándose un migrante refugiado y estando además muy decepcionado por todo lo vivido: “cuando salgo de Venezuela digo: voy a dejar la política, voy a trabajar en la construcción, que es el oficio que aprendí de mi papá” y por esto trabajó como obrero, aunque le tocó comenzar de cero porque aquí no se utilizaban las mismas formas a las que estaba acostumbrado.

Sin embargo, a pesar de haber tramitado la doble nacionalidad y tener conocimiento en la construcción, la situación laboral se le tornó complicada y aprendió a arreglar impresoras para no recargar a su primo que lo había recibido. Meses después logró conseguir un trabajo en construcción pero en Bogotá, lo que lo llevó a la capital del país con sólo 90.000 pesos para el pasaje.

En Bogotá, Simón cuenta que llegó a vivir junto con otros 8 venezolanos, pero se integró muy bien tanto con ellos como con sus compañeros de trabajo, aunque precisamente toda su vida social rondaba alrededor de la siguiente pregunta; ¿cómo ayudo a los venezolanos que estamos aquí? Y aprovechó su rol como Concejal en Venezuela para potenciar los procesos de integración venezolana en Colombia, volviéndose activista por esta causa en diversos espacios políticos. Una integración que nos dice convencido que se está dando.

Hoy Simón es la viva voz de la migración de Bogotá, una ciudad que ama y que lo ha recibido con los brazos abiertos: “esta ciudad es mi nuevo hogar. Conozco Bogotá: he trabajado, conozco la ciudad, las costumbres, las maneras…” y nos cuenta con una sonrisa en el rostro que desea quedarse. 

Para cerrar el espacio, le pregunté sobre qué mensaje o reflexiones quería dejarle a otras personas que estén pasando por procesos migratorios difícil o sobre el panorama general de la migración en el país, sobre todo en cuanto a la integración y me dejó maravillada su honesta y esperanzadora respuesta:

 “En esta lucha personal que estamos dando por integrarnos y desarrollarnos, esto está enriqueciendo los procesos de integración de nuestros países. Aún falta mucho por aprender, muchos tragos amargos qué pasar y muchas victorias que celebrar. Es un proceso de resistencia, análisis, comprensión y resiliencia”.

– Sophie Waszkiewicz

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